TEMA 7. EL URBANISMO EN EL PERIODO DE TRÁNSITO ENTRE LOS SIGLOS XIX Y XX

Ante la situación de degradación y colapso en la que había quedado la ciudad tras la Revolución Industrial, empiezan a surgir diversas propuestas urbanísticas para ordenar la nueva ciudad industrial y mejorar la habitabilidad y la higiene de las mismas. Analizaremos algunas de estas soluciones, incidiendo en las propuestas de reforma interior con los ejemplos paradigmáticos del París de Haussmann y el Ringstrasse de Viena. En el caso concreto de España, estudiaremos las propuestas de los Planes de Ensanche surgidas tras el papel fundamental que jugó Idelfonso Cerdà en el urbanismo español. En este tema, se estudiarán actuaciones concretas de urbanistas muy reconocidos en la historia del urbanismo como Arturo Soria, Ebenezer Howard y Tony Garnier.

 

7.2 Los Planes de Ensanche españoles: Idelfonso Cerdá

A finales del siglo XIX, numerosas ciudades españolas vieron la necesidad de planificar nuevas áreas de expansión para dar acomodo al crecimiento de población que estaba produciéndose. En muchas de ellas, estas ampliaciones se pudieron llevar a cabo tras la demolición de las murallas que hasta entonces habían constreñido el crecimiento de la ciudad. En España, estas actuaciones contaban con una ordenación pública y una legislación propia. El primer borrador de la ley de Ensanches fue aprobado en 1864 y posteriormente se desarrolló a través del Reglamento de 1867. Su influencia fue determinante en el desarrollo posterior de numerosos proyectos de ensanches de ciudades medias españolas.

Estos espacios, se caracterizaban por ser concebidos de forma unitaria. En su desarrollo, la urbanización y la parcelación se producían al mismo tiempo. Posteriormente, la edificación se adaptaba a las parcelas existentes. El objetivo con frecuencia era ordenar la nueva zona de extensión de la ciudad, dirigiendo el crecimiento de la misma, pero también intentando su integración con la trama urbana ya existente. Para ello, los ensanches adoptaban la cuadrícula como forma de ordenación, lo que dio una gran regularidad a estos espacios. Pero también se solían servir de diferentes elementos de conexión como podía ser la construcción de rondas en los terrenos liberados por las murallas, el alargamiento de calles direccionales, la colocación de plazas con nudos focales que conectaban la trama vieja y la nueva, etc.

Aunque la ordenación se realizaba bajo control público, la posterior edificación se dejaba en manos de agentes privados, por lo que los ensanches generaban grandes expectativas de beneficios económicos. Ello originó que surgiesen movimientos especulativos que muchas veces transfiguraban los proyectos iniciales de ensanche. El dejar en manos privadas la edificación de los solares contribuía a que el resultado final se alejase del planeado, dado que en función de distintos intereses, se mantenían solares sin edificar y otros se densificaban más de lo planeado.

El proyecto más influyente fue el presentado por Ildefonso Cerdà para el ensanche de Barcelona. Cerdá no sólo concedió importancia a la red viaria, sino que prestó una especial atención a toda la parcelación. El objetivo último fue el de adaptar la nueva área de crecimiento de la ciudad a la estructura propia de una ciudad industrial. Fue un proyecto ambicioso porque planteó la creación de una ciudad diez veces mayor que la existente. Proponía una retícula que cortaba de forma tangencial a la Ciutat Vella. Se buscó simplificar la parcelación para favorecer el crecimiento de la ciudad y se trató de forma isotrópica el espacio, promoviendo condiciones similares de accesibilidad y equidistribución de los servicios en las distintas zonas del ensanche. Para favorecer la movilidad se incluyeron dos vías diagonales y se dispusieron las manzanas con esquinas en chaflán. De esta forma, se mejoraba la visibilidad y se obtenían espacios más abiertos en las intersecciones de las calles. Finalmente, el proyecto se desvirtúo bastante al incrementarse mucho la densidad y optarse por manzanas cerradas en lugar de la manzana abierta que había propuesto Cerdà.

Fuente: Ildefons Cerdà i Sunyer, Dominio Público, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:PlaCerda1859b.jpg

El ensanche de Madrid, proyectado por Carlos María de Castro (1860), planteaba numerosos espacios abiertos destinados a jardines y poca densidad edificatoria, con edificaciones que no superaban las tres plantas de altura y no se ocupaba más del cincuenta por ciento de la parcela. El barrio de Salamanca es el que en la actualidad se asemeja más a las directrices marcadas en el Plan de Castro. Su desarrollo fue muy lento, prolongándose hasta 1930. No respetaba el parcelario existente lo que le granjeó numerosas críticas por parte de los propietarios del suelo. El alto precio del suelo y su lenta ejecución, hizo que no solucionase los problemas de escasez de vivienda de la clase obrera, que se fue asentando en el extrarradio, mientras que el Ensanche quedó destinado para las clases burguesas. El ensanche comenzó su andadura por la calle Serrano, con las primeras edificaciones promovidas por el Marqués de Salamanca.  En su ejecución,  se redujo la anchura de las calles y se construyó en zonas previstas para equipamientos. Esto provocó una densificación del área alejándose de los principios higienistas que propugnaba el Anteproyecto (Ayuntamiento de Madrid, 2010).

Fuente: Carlos María Castro, Dominio Público, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Plano_del_Ensanche_de_Madrid-1861.jpg

Tanto el Ensanche de Barcelona (1859) como el de Madrid (1860) sentaron un precedente y con ellos se inició la legislación de ensanches que tuvo influencia en muchas otras ciudades en España. Estos dos ensanches inspiraron la elaboración de la Ley de Ensanche de Poblaciones, aprobada en 1864, que posteriormente fue modificada en 1876 y 1892. En Bilbao, el primer proyecto de Ensanche para Bilbao data de 1863 y fue diseñado por el arquitecto Amado de Lázaro y Figueras, aunque no llegó a hacerse realidad debido principalmente a las dificultades que tuvo su financiación. A este le siguió el propuesto por Pablo de Alzola, Ernesto de Hoffmayer y Severino Achucarro en 1867, mucho más pragmático y que finalmente es que se plasmó en el plano. El Plan de Ensanche de San Sebastián proyectado por el arquitecto Antonio de Cortázar en en 1864, que renunció a la manzana abierta y en el que se edificaba un alto porcentaje de la superficie de la manzana lo que llevo a que el resultado final fuese muy similar al proyectado. La mayor parte de los ensanches españoles, presentarán un trazado geométrico y ortogonal, aunque como ocurre en el caso del Ensanche de Palma de Mallorca, en algunas ciudades se utilizaron también planos radiales inspirados por la reforma de Haussmann (Capel, 1983).

Referencias

Ayuntamiento de Madrid (2010). Plan Castro 150 años. Madrid: Área de Gobierno de Urbanismo y Vivienda del Ayuntamiento de Madrid. Recuperado de https://www.madrid.es/UnidadWeb/Contenidos/Publicaciones/TemaUrbanismo/PlanCastro/plancastrocorr.pdf

Capel Sáez, H. (1983). Capitalismo y morfología urbana en España. Barcelona: Libros de la Frontera. Recuperado de http://www.ub.edu/geocrit/LibrosElec/Capel-Capitalismo.pdf

Cerdà, I. (1867). Teoría General de la Urbanización. Y aplicación de sus principios y doctrinas a la Reforma y Ensanche de Barcelona. Madrid: Imprenta Española. Recuperado de http://www.anycerda.org/web/es/arxiu-cerda/fitxa/teoria-general-de-la-urbanizacion/115

Martín Ramos, Á., & Esteban i Noguera, J. (2010). El efecto Cerdà: ensanches mayores y menores. Escola Tècnica Superior d'Arquitectura de Barcelona. Recuperado de http://hdl.handle.net/2099.3/36871

Museu d’Història de Barcelona (2010). Cerdà y Barcelona. La primera metrópoli, 1853-1897. Recuperado de https://ajuntament.barcelona.cat/museuhistoria/sites/default/files/cerda_cast.pdf