TEMA 6. LA CIUDAD INDUSTRIAL Y LAS PRIMERAS RESPUESTAS ANTE LA CIUDAD CAPITALISTA

La I Revolución Industrial conllevó una revolución urbana paralela, en el que el paisaje urbano de muchas ciudades europeas se transformó por completo. En ese tema, analizaremos las consecuencias que tuvo en las ciudades occidentales y los problemas que generó el crecimiento exponencial de las áreas urbanas. También, estudiaremos las primeras soluciones que se aportaron desde el urbanismo utópico para atajar los problemas generados por la nueva organización de la sociedad capitalista industrial. La mayor parte de estas propuestas fueron irrealizables y no tuvieron una plasmación práctica en las ciudades europeas de finales del siglo XVIII y principios del XIX.

6.1 La Revolución Industrial y los problemas generados por el crecimiento urbano

Con la Revolución Industrial, la morfología de las ciudades cambió por completo. El conjunto de transformaciones que posibilitaron el proceso de traspaso de una economía de estructura feudal al sistema capitalista, llevó implícito también una revolución urbana sin precedentes. Los factores que incidieron en esta transformación fueron, entre otros, el aumento de la población, el crecimiento de la producción industrial o la mecanización de los sistemas productivos. Todos estos cambios se iniciaron en Inglaterra a partir de mediados del siglo XVIII y, poco a poco, se fueron expandiendo al resto de los estados europeos (Benévolo, 1993). En algunos países como Alemania y España, la revolución industrial tuvo lugar con bastante retraso, por lo que los cambios se empezarán a notar muy posteriormente.


Fuente: Dominio Público, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Deepening_the_Fleet_sewer,_1845.jpg

El funcionamiento del sistema económico mundial experimentó una serie de cambios que influirían profundamente en el nuevo paisaje de las ciudades europeas. El proceso colonial y la consecuente apertura de nuevos mercados ampliaron la geografía económica de Europa. Esto hizo surgir un nuevo modo de entender la actividad empresarial, basada en el liberalismo y en el comercio internacional. En la ciudad industrial prevaleció la filosofía del laissez faire. Se instaló el capitalismo en la economía y se abogaba por la no intervención del Estado. Cualquier intervención de la Administración Pública dentro de la ordenación de la ciudad se consideraba un obstáculo y las intervenciones en el espacio urbano se dejaron prioritariamente en manos privadas. Por ello, considerando que las iniciativas inmobiliarias privadas perseguían, por lo general, el beneficio económico, se empezó a producir un incremento de la presión sobre el suelo lo que provocó movimientos especulativos.

Por otro lado, cambiaron los modos de transporte. Poco a poco, el tren o el tranvía se empezaron a introducir en la ciudad. Esto ocasionó cambios sustanciales en las ciudades debido a los requerimientos de espacio necesario para estas infraestructuras. Además, estos medios permitieron una movilidad a más larga distancia, lo que favoreció la extensión de la ciudad. Hasta el momento, dicha extensión estaba constreñida por las murallas de la ciudad y limitada por las distancias que eran posibles recorrer a pie o en carruaje.

Fuente: Gustave Doré, Dominio Público, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Gustave_Dor%C3%A9_-_Ludgate_Hill.png

Es cierto que, en un primer momento, la Revolución Industrial no tuvo efectos importantes en la expansión urbana, dado que los nuevos inventos introducidos en las fábricas textiles o en las empresas siderúrgicas, que tuvieron lugar en Inglaterra entre los años 1700 y 1780, fomentaron más una dispersión de la industria fuera de las ciudades que una localización en el interior de las mismas. Pero al establecer el carbón como principal fuente energética, la situación cambió. Al principio, se promovió la concentración de la industria en aquellos lugares donde había disponibilidad de carbón y, posteriormente, en zonas próximas a los medios de transporte.

Es por ello que, en Gran Bretaña, que inicia su industrialización de forma temprana, su modelo de localización industrial se caracterice por emplazar las industrias de forma próxima a lugares que disponían de yacimientos de carbón. Los motivos de este emplazamiento, mayormente, se deben a que las primeras máquinas consumían grandes cantidades de carbón y todavía era muy caro su transporte debido a la no existencia del ferrocarril. Con la llegada del ferrocarril, paulatinamente se irán introduciendo las fábricas que transformarán el paisaje urbano. Son edificaciones que requieren de amplios espacios para ubicarse.

Inicialmente, como hemos comentado, dependían principalmente de la existencia de algún curso de agua, por lo que no se ubicaban en el centro de las ciudades, sino en emplazamientos próximos a algún salto de agua para obtener energía. Sin embargo, la difusión de la máquina de vapor y del uso del carbón como principal fuente de energía, permitió a la industria comenzar a ubicarse en la ciudad sin depender de la energía hidráulica. Todo esto incrementó aún más la presión sobre el suelo, encareciendo y fomentando aún más los movimientos especulativos.

Desde el punto de vista demográfico, hay que tener en cuenta que es en esta época cuando se inició el proceso de la transición demográfica europea, que implicó un descenso de las tasas de mortalidad. Esto fue posible gracias a la mejora de la alimentación motivada por avances tecnológicos en el sistema agrario que mejoraron la alimentación y a la generalización de determinadas medidas higiénicas como fueron el uso de jabón, la ropa de algodón, etc. Como la natalidad se mantuvo alta se produjo un fuerte crecimiento de población, principalmente rural, que es lo que se conoce como la transición demográfica. Pero,  además, el campo ya no necesitaba de tanta mano de obra. Esto llevó a unos crecimientos demográficos importantes, que acarreó que existiese un excedente de mano de obra en las áreas rurales.  Esa mano de obra excedentaria del campo se vio forzada a emigrar a la ciudad, donde la implantación de las industrias ejerció de reclamo para grandes masas de población que acudían a trabajar en las nuevas plantas fabriles.

Por todo esto, en una primera etapa de la industrialización, la ciudad se mantuvo compacta aunque fue incrementándose la fragmentación social, pero, poco a poco, con la desaparición de las murallas, se acrecienta esa segregación horizontal del espacio urbano. Aparecieron así tres zonas claramente diferenciadas: el casco viejo, los ensanches planeados y las áreas periféricas de crecimiento espontáneo (López de Lucio, 1993).

Con el desarrollo del Capitalismo, se produjeron simultáneamente fenómenos de concentración industrial que buscaban reducir gastos corrientes en base a economías de escala. En pro de una mayor eficiencia económica y con objeto de obtener mayores rentabilidades, se introdujo la división del trabajo y la mecanización. Las  actividades financieras adquirieron cada vez mayor relevancia, lo que dio pie al surgimiento del sistema financiero. Las edificaciones bancarias y bursátiles también requirieron de espacio para localizarse en la ciudad. Se estaba produciendo una necesidad de distribuir el espacio urbano y una cada vez mayor competencia por su ocupación. 

Esto exigía nuevas condiciones de accesibilidad y movilidad dentro de la ciudad, lo que llevó a la colmatación y la congestión de los espacios interiores.  Movidos por fuerzas centrífugas, la industria se empezó a localizar en el extrarradio donde surgieron también barrios obreros,  en los que se padecía hacinamiento y escasez de servicios.

Fuente: Gustave Dor, Dominio Público, https://en.wikipedia.org/wiki/Gustave_Dor%C3%A9#/media/File:Dore_London.jpg

De esta combinación, surgió el paisaje urbano de la primera mitad del siglo XIX. Por un lado, barrios residenciales precarios en las periferias de las ciudades, en las que se ubicaban también las fábricas. Espacios inhabitables debido a la contaminación y escasez de infraestructuras básicas. Por otro lado, promoción de ensanches para acomodar a una incipiente clase burguesa que buscaba ámbitos más atractivos. Esto ahondaba en la segregación residencial de la ciudad. De hecho, la ciudad industrial trajo consigo una segregación funcional importante y una segregación social aún más visible.

Fuente: Thomas Annan, Dominio Público, https://www.bl.uk/collection-items/the-old-closes-and-streets-of-glasgow

Esta segregación se dio no sólo horizontalmente por todo el espacio urbano, sino que incluso se producía una segregación vertical en los propios edificios, por lo menos, hasta que se empezaron a instalar ascensores.

Fuente: Edmond Texier, BnF Gallica, Bibliothèque nationale de France, licencia Gallica, https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k2058533/f72.item.zoom

Por otra parte, la concentración de los trabajadores en áreas concretas de la ciudad y las condiciones de hacinamiento e injusticia social que vivían, impulsaron un crecimiento de la concienciación de clase social. Se vivió una época de fuerte conflictividad social. Es en esta esfera, donde el estado empezó a implicarse para tratar de solucionar los emergentes problemas urbanos, actuando a través de la ordenación del espacio interior de las ciudades y promoviendo diferentes infraestructuras y servicios públicos. De hecho, hasta la llegada de la Revolución Industrial, la intervención de los poderes públicos en el campo urbanístico había sido muy limitada. En su mayor parte se trataba de medidas orientadas a la sanidad y a la reglamentación de las edificaciones situadas en los conjuntos monumentales o en áreas centrales de la ciudad. Era todavía una implicación muy reducida debido a la corriente de pensamiento liberal que predominaba.

Referencias

Benevolo, L. (1993). La ciudad europea (La construcción de Europa). Barcelona: Crítica.

López de Lucio, R. (1993). Ciudad y urbanismo a finales del siglo XX. Valencia: Universitat de Valencia. Recuperado de http://oa.upm.es/13414/